lunes, 14 de mayo de 2007

A las Tres de la Tarde...


Voy a contar, una simple y maravillosa historia,
que por medio de unos sensuales y tersos labios ha llegado hasta mí…
Lo que acontece es un humilde tributo, una pequeña grandeza
de lo que la historia en sí significa…
A Karla y su permanente recuerdo…

Aún cuando era inocente, cuando mi cabello
en su lugar arrebataba gran parte de mi tiempo, existía un lapso
del día: del cual mi Padre y Yo, tomábamos nuestra presencia individual
y la uníamos en una sola…

Si… a las tres de la tarde…
Tenue calor, un suave y acogedor abrazo, seguido de la
joven protuberancia que acogía mi cabeza con una sutileza
que pretendía igualar la más tersa de las sedas…
A las tres de la tarde, día a día…
Al pasar de los años…
Ha de pasar el tiempo con la misma práctica.

Luego, un martes cualquiera, que era parte de los de siempre,
sola se encontró en la cama vacía, sin calor, sin sus brazos,
sin lugar para su cabeza…
Ella y la nada…
Una gran presencia vacía…

Empero, al pasar de los años, siempre con esa ausencia día a día,
martes cualquiera, pretendiendo sentirlo como un recuerdo,
una historia, un cuento mal contado para mis adentros, se encuentra el vacío sumamente distante y esa nada yace en el polvo…
Por que ahora, que el calor ha vuelto, que el abrazo es presencia de nuevo,
que la vieja protuberancia un poco más flácida me retoma,
Digo a mis adentros:
“Cuando eran las tres de la tarde”

1 comentario:

Karla dijo...

Gracias por el maravilloso tributo a la historia que tan escondida tenía, lograste leerme a la perfección y nada me llena más que eso. El mejor regalo de cumpleaños que me han dado, lo guardo en el alma...simplemente gracias