viernes, 10 de agosto de 2007

Con Supremacía...(tercera parte)


A cada hondonada de aire que trasciende por mi ser, exhalo gotas de sangre
que deparan correr en auxilio hasta llegar estratégicamente a reposar sobre mi pecho.
Es aquí, en este sensible símbolo de ilusiones, donde el fuego devasta por completo mi mente
y recurro en auxilio de la demencia para engendrar las pasiones que te doy como ofrenda,
como un pacto entre soledades quisquillosas y deseosas de amalgamar sus crudas almas
con la esperanza de encontrar un estado de ebullición de supremacías permanentes
en el alma…
Tiritan por doquier las sensaciones más volátiles, que ascienden complacidas
a formar el aura que nos aísla de la compañía frívola y descortés de los juegos perversos
de la cotidiana e insalubre noción del amor…porque el nuestro depara recuerdos al mar,
toma por asalto pasiones clandestinas en tus labios, engendra suspiros entre las líneas áureas
de las lejanías sutiles de rostros de vos.
Es el nuestro, en todos sus ángulos y diversas formas de darse a la luz, de esos que convienen guardarse
en el anonimato, con vastos letargos como tiempo de complicidad, con caudales incontables de besos
constructores de mil dichas bienaventuradas, de esos que -sin ser mas que un testigo - devoran formalidades
al ritmo de trenes presurosos de arrivos a las estaciones donde espera el alma clandestina.
Sin más espera, la entrega total es protagonista ilustre, se renueva en primicias a cada encuentro
formulado desde el momento en que se produce la separación de las almas, y es aquí,
donde converge nuevamente la dulce plenitud que desciende danzante a ritmos
de tránsito fúnebre.
Con supremacía, gravitamos sobre el espacio; unísonos, irrestrictos, formando la coalición onírica que devora las ataduras de temerosas ausencias, que forma este bien y placentero amor…
asegurándonos la vivencia superlativa de ser uno al otro en esta, nuestra alquimia de dos…
He aquí, que el horizonte es ante mí, ya no como lejanía, si no como el principio eterno y
constante de los sortilegios que embargan mi vida, que ya no me pertenece en su totalidad;
mas se renueva y deleita entre risotadas y conjuros, como la hemofilia que embarga el cuerpo
sin un aviso ni restricción.
Olvidemos… porque deseo que el olvido confunda las horas…