martes, 17 de abril de 2007

Osamos vernos...

Osamos vernos a los ojos, curiosos de encontrar el uno en el otro la señal de la aventura sin más restricción que la del tiempo andante y engañoso cual curioso infante sin piedad ante el amante sediento…
Provoca mi mente y mi alma con más vanidad, que lograrás el encantamiento preciso del cual estoy ansioso de hospedar en esa vieja casa a la orilla del viejo río, vestida de gris por fuera y azul por dentro…
Serás mi tutor y mi guía, mi refugio en esas viejas paredes, charlaremos amenamente sin contar el tiempo, nos veremos a los ojos sin resentimiento ni distracciones, robaremos el espacio para nuestro tiempo. Mi retrato serás sin condición; asumo la perversión que se pueda esparcir por el frío invierno, ese frío invierno… mi frío invierno…
Acaso solo me encuentro esperanzado ante la seguridad de que yo soy de tu agrado y nadie más podrá ocupar ese espacio que me pertenece neciamente, que me he ganado silenciosamente sin derrocar las armas que empuña el temor con sigilosa habilidad.
Un pequeño barco ha zarpado sin ningún tipo de medida contra vientos del desamor, fuego del cielo castigador para los temerosos del camino, aguas turbulentas del deseo, presa soy del destino, azar de la nada; consuelo al temor sin más afán.
Navegado he, naufragado en las aguas pacíficas, esas orillas blancas, esas orillas… tenue el despertar y cruel la realidad de ver mi barco con la popa escondida de pena, abrazando su amor consolador el mar…

1 comentario:

Crisálida dijo...

Esas pequeñas osadías más cotidianas, más constantes, harían de tu vida una más intensa, con menos azul...