Un abnegado mar de soledades…
basto, absoluto, intrínseco…
donde mis vagos andares se refutan enérgicos,
mis confesiones se hacen continuas
sin prejuicios ni antelaciones.
Donde los telones que viven siempre abajo,
exponen en concreto las ambigüedades
más arcanas que florecen en mis ilusiones
al ser expuestas, bajo absurdas miradas
de la ajena memoria dominante.
Porque sí… las soledades exponen, denotan,
agudizan mis rostros, paralizan por un momento
los encantos, me condena a buscarte en
los confines recónditos de tu esencia…
Esencias las hay, tal vez, en magnitudes multicéfalas,
pero solo una me lleva a depurar mis pensamientos,
a recurrir a los versos escondidos entre páginas
polvorientas de amarillo color, a tomar de un suspiro
las letras que nunca pienso y a callar mis urgencias.
Un pensamiento bifurcado me atiende y mi rostro ramifica
las sesiones sobre ti,
asediando paulatinamente
con implacable paso mutilador las ansias vestidas
de un pudor encantador, que me lleva solo a
las sombras de este vació cuando estoy sin vos…
Con violencia de muerte, me retraigo en mi austeridad,
Con balbuseantes pasos recorro una magna soledad,
Ya sin manos que me apoyen, sin esas imágenes de tiempo
Que me llevan a levitar sobre espacios de malos augurios
Y me impiden pronunciar los versos de encanto multicolor,
Ya mis besos no piensan en otros labios,
Ya la brisa retorna una y otra vez para acariciar tu imagen
Que vive perennemente en la mía…